Para los niños que no estén vacunados contra el sarampión, uno de los virus más contagiosos del mundo, ningún aula, autobús escolar o tienda de comestibles es seguro. Nueve de cada diez personas no vacunadas que se exponen a una persona contagiada lo contraerán, y una vez que el sarampión se arraiga, el virus puede dañar los pulmones, los riñones y el cerebro.
Con la caída de las tasas de vacunación en Estados Unidos y los brotes que han causado más de 790 casos y al menos dos muertes, los expertos en salud esperan que el sarampión contagie a cientos o incluso miles de personas más en todo el país. A continuación se explica cómo el sarampión se apodera del organismo.
En el aire
A diferencia de los virus que requieren el contacto entre personas, el sarampión permanece en el aire hasta dos horas después de que la persona contagiada haya abandonado el espacio.
Una niña puede inhalar gotitas que contienen el virus en una habitación donde otro niño, que está infectado y quizá no lo sepa, ha estado estudiando o jugando una hora antes. El virus puede entrar en su organismo a través de la mucosa de la nariz, la boca o cuando se frota los ojos.
Adentro del cuerpo
Durante las 24 horas siguientes, el virus se arraiga alojándose en las células de la nasofaringe, en la parte superior de la garganta, y comienza a propagarse a los pulmones.

La propagación
Luego, el virus entra en acción, multiplicándose dentro de las células y formando un ejército para el ataque.
Normalmente, los niños son trasladados al hospital después de tener la erupción corporal durante varios días. La mayoría tiene niveles bajos de oxígeno, dificultad para respirar y necesita respiración asistida, según Summer Davies, que atiende a niños en el Covenant Children’s Hospital de Lubbock, Texas, y ha tratado casos de sarampión desde que comenzó el brote a finales de enero.
“Muchas familias se quedan sorprendidas, dicen cosas como: ‘Mi hijo estaba bien y, de repente, ya no lo está’”, contó.
Esa enfermedad leve evoluciona hacia una fiebre de hasta 40 o 41 grados durante dos, tres o cuatro días. La ingesta insuficiente de líquidos, el dolor de garganta y la diarrea pueden provocar deshidratación, lo que con el tiempo puede poner en peligro la función renal.
Los niños pequeños corren más riesgo porque su anatomía es más pequeña y por su incapacidad para articular claramente los síntomas, según dijo Lara Johnson, directora médica de un grupo de hospitales Covenant de la zona.